sábado, 12 de diciembre de 2015

II. La Múcura. Entretejido itinerante de Conciencia, Creatividad y Confianza.

La lógica epidémica de las pequeñas y las grandes conexiones es incontable, inmanejable, por contagiosa. Tal vez eso y no otra cosa sea lo revolucionario de estos actos, el polen de esta búsqueda, que oportunamente encontrará su flor pero también su abeja, será planta naciente y será miel, y nadie puede hacer nada contra eso, que al final genera de múltiples modos, Vida.
Así nos encontramos un día con Mapa. De pura casualidad polinizadora. Yo, ingresando a un espacio donde, literalmente, vi luces, telas de colores, unos mapas y unos instrumentos, y entré. Ella, organizando el “Encuentro ZUMA: tejiendo juntos ecosistemas culturales en Colombia”, que estaba en ese momento nucleando organizaciones, actividades, artistas, productorxs, personas de todo Colombia y de varios países de Latinoamérica. Mapa hace parte de La Múcura, que es un colectivo de amigxs a partir del cual surgió esta inquietud de reunir las múltiples voces dispersas en un entramado de voces. Y también fue parte de otras organizaciones como Teléfono Roto.

Para escuchar la charla completa podés hacer click aquí!

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La Múcura es un colectivo en circulación por Latinoamérica, cuyo objetivo es ponerse en contacto con organizaciones, proyectos, personas que se dediquen a realizar trabajo social desde las artes, con la conciencia puesta en la capacidad creativa y autogestiva. El objetivo es cumplir veinte organizaciones, visitándolas, conviviendo y sacando el jugo a toda esa experiencia en la que es necesario sumergirse y entregarse. Llevan dos años viajando ya, y el plan es visitar dos proyectos por país. Dos de las chicas aún están de viaje con el fin de realizar lo prometido. Mapa y otrxs, han ido volviendo para seguir activando de manera local. Estos dos años de recorrer les han significado nada menos que once organizaciones visitadas.

Esta iniciativa nació en Cali, bajo el aliciente de dos psicólogos, un pedagogo musical, una trabajadora social y una diseñadora industrial, que estaban terminando sus carreras. Tres de ellxs hicieron sus tesis con una metodología alternativa de investigación proveniente de Brasil que se llama “sistematización de experiencias” y que trata de alejarse de modelos eurocentristas de trabajo. Teniendo en cuenta el valor inmenso que en Sudamérica juegan lo comunitario y lo colectivo, esta metodología plantea algunos principios que ponen en jaque la lógica europea ascética del conocimiento purista y objetivista, para encontrarse desde otro lugar con la riqueza del estudio de nuestro territorio. Entonces, una de las premisas, por ejemplo, es que los saberes populares y los académicos tienen la misma legitimidad. No hay hegemonía de uno sobre el otro. Esa idea de que el saber académico está por encima de lo comunitario, termina generando un manoseo de la comunidad para extraerle algo o el advenimiento de una solución importada que nada tiene que ver con la realidad que esa sociedad transita en su cotidianidad.

Mapa nos cuenta que no iba a hacer todo el viaje porque las obligaciones y compromisos la tenían activa en Cali. Pero fue “sólo por un mes” a una comunidad del Amazonia que se llama Ni, y después de esa experiencia sus compañerxs se vieron acompañadxs por ella durante dos años de manera ininterrumpida. Hay un blog de la Múcura donde se relata la experiencia completa de cada estadía programada, puede verse aquí.

Si bien La Múcura es un proyecto, tiene varias raíces que alimentan el gran tronco focal: RAISARTE en Suramérica (Realidades Alternativas de Intervención Social): avocado a la investigación de organizaciones, personas, colectivos han visitado desde una familia de payasos en Asunción hasta el Fora do Eixo (Brasil), Clave de Sur (Guayaquil), Ni Escuela de Arte (Perú, donde se quedaron un mes conviviendo, y aprendieron de una cosmovisión pedagógica amazónica que ve el arte como medicina y lxs niños aprenden a partir de esa mancomunación de saberes), Yanapay (Cuzco), Martadero (Cochabamba, una organización con más de doce años de experiencia). Arterias Urbanas (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia –jóvenes que tratan de sacar el arte a la calle desde una perspectiva colectiva y más anárquica que las otras experiencias), Bochín Teatro Clown (familia de Asunción, Paraguay, que se dedica al teatro-clown). Lengue Lengue (Maldonado, Uruguay), Lof (comunidad mapuche en Gral Roca, Argentina), Valmasea (Valparaíso, Chile). Además, está el eje que buscar hacer red de experiencias en el camino, independientemente de las veinte previstas. Y finalmente, la difusión de la propia música, del propio arte, desde la perspectiva del “artista gestor”: una visión sobre la sostenibilidad que nos muestra que el dinero es sólo un recurso más, entre muchos otros. Ellxs enumeran tres claves, la triple CCC: Conciencia, Creatividad y Confianza. El viajar les enseñó que la creatividad es clave como recurso, y también la conciencia de que el dinero no es un límite y la necesidad de organizarse. El trueque, las redes, las plataformas, los eventos han facilitado enormemente la posibilidad del viaje autosustentado. En este trayecto se genera una conciencia eminentemente transformadora de las prácticas a las que solemos estar acostumbradxs: la conciencia de abundancia, de prosperidad, de bienestar, de confianza. También está abierta la puerta para ir a hacer una experiencia de viaje con ellas.


“Creo que estamos descubriendo qué es eso de la red, qué es una dinámica de red, qué es un trabajo colectivo. (…) Conectar creo que es la única salida que tenemos como sociedad.” En algún momento, la Múcura se encontró en Bolivia con Telartes (que en ese momento estaba en el Congreso de Culturas en Movimiento, donde se encontraron más de 300 gestores culturales), que es una convergencia de proyectos enormemente organizada que enreda a Bolivia, impulsada por una asociación llamada Martadero (Cochabamba). Percibieron en esta experiencia boliviana una red muy consolidada, y a raíz de ella conocieron un espacio de vinculación de varios colectivos: Cultura de Red, un espacio de conexión latinoamericana que trabaja desde la sostenibilidad, formación, comunicación, incidencia. Ellxs conectadxs a su vez con Fora do Eixo, espacio que conecta más de 2000 casas colectivas en todo Brasil que reciben personas de toda Latinoamérica.

Mapa es cuidadosa con los términos que emplea, sobre todo al tratarse del concepto de “red”. Tiene la altura de la palabra de quien intenta llamar a las cosas por su nombre después de haber transitado confusiones en la búsqueda práctica en función de un horizonte ideológico que revela el inevitable manoseo conceptual que hacemos de algunos términos. Un vicio inevitable del lenguaje en la vida cultural, pero que nos confunde. Para ella el término “red” está “de moda”. Probablemente este juicio también tenga que ver con que antes de partir en estos dos años de viaje con La Múcura, formó parte de un espacio llamado Teléfono Roto, en el cual se habla continuamente de “red”: red de museos, de cultura, etc.
Ella se pregunta ¿qué es realmente hablar de red? ¿hay en Colombia algo semejante? ¿puede forjarse? A raíz de inquietudes como estas, fue como nació Encuentro ZUMA, bajo la pretensión de dar una respuesta activa a esa inquietud. Así fue como, de hecho, Mapa y quien les escribe nos conocimos. Básicamente, vi luz, colores, carteles, sonidos y un mapa coloreado, y entré. Pregunté quién estaba a cargo de esa iniciativa, y nos pusimos en contacto. Zuma es un proyecto que se propone gestar red, y que ha tenido ya sus reediciones en Cartagena y en el Eje Cafetero, durante 2015.

Gracias a ZUMA, conocieron a una persona que trabaja en IBUSS Latinoamérica, una ONG que apoya estos procesos en pos de financiar el encuentro. Y eso cambió, para ella, totalmente su idea acerca de la red. “Yo ahorita casi (…) que no espero tanto de la red.” Así como un momento apostaba todo a eso, hoy nos dice que no siente que tenga que estar todo súper articulado, en una  red supremamente grande. “Porque empecé a darme cuenta que la red es esto: es que yo te conozca a ti y tú a mí, (…) y no necesitamos publicarlo en Facebook. Y esto sí está pasando todo el tiempo.”
Tal vez, reflexiona, se trate de un momento de Colombia, que indique simplemente que como sociedad proyecciones tan amplias estructuralmente como lo que estaban entendiendo como una “Red” –inspiradxs en experiencias como la de Brasil o Bolivia-, se mueven de manera demasiado lenta. Y que la agilidad y la efectividad de estos procesos pasa por otros lugares. “O tal vez nuestro norte no es generar ese gran nombre de Red, sino explotar estas pequeñas inflexiones. Mientras la gente no se quede quieta –que no se está quedando quieta-, se va a dar en algún momento algo como Telartes.” A partir de eso nos nombra al hilo cuatro eventos que se habían dado esos últimos días en Cali, entre los cuales figuraba por ejemplo el Festival de Creative Commons. La importancia de que estas redes se consoliden en este formato más “macro” -como es el caso de Telartes- tiene, desde esta perspectiva, sentido  respecto de cómo cierto peso organizacional visibilizado puede incidir con mayor efectividad en cuestiones como la derogación de leyes, inversión, “tener un peso político” –así lo llama.

Hace una lectura particular acerca de la sociedad colombiana, porque esos 50 o 60 años de conflicto violento tan particular de Colombia hace especial el impacto en la conciencia social. En Colombia hay una herida, una estigmatización de la política, juventud que se siente alejada de su ser político, por este discurso generalizado que no sólo se hace carne en  Colombia, pero sí parece tener un peso mayor, para ella, de que “todos los políticos son corruptos” o “los que te defienden son los mismos que luego te persiguen”. Indica que tal vez la gran diferencia con el resto de Latinoamérica se visibiliza en la presencia de la Izquierda, porque en Colombia la Izquierda está asociada a la guerrilla. No es el mismo tipo de militancia “masiva” que puede darse en otros países de Latinoamérica. “Por eso creo que nuestros tiempos son una cosa totalmente diferente (…) porque tenemos que sanar muchas cosas antes.” Porque no sólo este “monstruo invisible” de la inseguridad ha generado una sociedad sumamente individualista y competitiva, pero al mismo tiempo habla de un cambio generacional en que ella ve “un despertar de conciencia increíble en cuanto a que hay otras formas de hacer las cosas, de producir, de consumir, de informar, de comunicar, de entender el mundo en que vivimos en pro de construir el mundo que queremos. El camino para eso está en lo colectivo.”




I. La Hoja. Biblioteca Popular Nimierdista. Villa de Leyva, Boyacá, Colombia.

Cultura es Cultivar, es su lema. Si los libros son una de las tantas puertas posibles a la ampliación de la percepción hegemónica cotidianizada, esta política de hacer tránsito con los libros es una máquina transformadora del modo de abrazarlos. Y es que el proyecto de La Hoja tiene su origen en un modo revolucionario que deja en jaque en enfoque tóxico que sostiene las relaciones especulativas de la economía mundial: la desconfianza. ¿Querés leer un libro? Te acercás a Cecilia, a Gonzalo* o a cualquiera de lxs colaboradorxs ad-honórem de La Hoja y te lo llevás. ¿El pacto tácito, sin firmas, sin Documentos? Te comprometés a devolverlo en los siguientes ocho días. 

(( Para escuchar el audio completo de la entrevista hacé click acá. ))

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Esta perspectiva de trabajo no sólo es transgresora desde el momento en que propone sostener las relaciones del libro desde el desprendimiento (nadie los posee para siempre, deben circular, y además, todo libro que está en La Hoja proviene de un gesto de donación). Sino también porque recupera lo sagrado del valor de la palabra: si no los devolvés, sos vos el que está violentando una lógica que de por sí es distinta, y que eligió dejar de contar el haber de los ejemplares desde la especulación de la escasez y la carencia posible.



Curioso el modo en que surge la iniciativa, porque -nos cuenta Gonzalo entre mates importados de Argentina por quien les escribe- que todo nace de un intercambio de palabras con una pareja de argentinxs (Matías y su compañera) en una plaza cantando un lunes lluvioso canciones de Fito. El ambiente cultural de Buenos Aires, su "calidad artística", la fachada de sus estaciones de tren y sus "fábricas culturales" -así es como Gonzalo elige denominar a los espacios abiertos autogestivos que ya por entonces abundaban en Buenos Aires-, generaron en él y Cecilia, su compañera, las ganas de hacer algo en Villa de Leyva y la sensación contagiosa que otorga la movida artística autogestiva vivenciada de primera mano de que todo es posible con un buen equipo de brazos, corazones y cerebros activando. Así que regresaron a Colombia y, con este espíritu, surgió la propuesta de La Hoja. Ellxs mismxs comenzaron a socializar sus propios libros y ese mismo día varias personas empezaron a traer para el espacio no sólo sus libros, sino también cojines, cuadros, una cafetera, y en poco tiempo un artista de la zona (Octavio) les facilitó un local donde el proyecto vio su inicio materializado.


Después de esto, los locales ofrecidos se multiplicaron, y hoy La Hoja cuenta con tres espacios que funcionan en Villa de Leyva, además de una serie de sucursales móviles (como cafés, restaurantes, locales) que tienen su pequeño espacio con libros para que la gente pueda leer mientras permanece en ellos. Más de treinta voluntarios prestan servicio social durante la semana ad-honórem. Chicos como Camilo, que nos acompañaba silencioso y atento, son parte de los adolescentes que cumplen sus horas de voluntariado dentro de la Biblioteca. Aparentemente esto es algo obligatorio en Colombia, y La Hoja es parte de algunos de los espacios en donde es posible intervenir.

Del mismo modo, les han ofrecido una donación después de Navidad de parte de un Centro Comercial de Tunja (pueblo cercano a Leyva) de casitas, que ellxs usarán para instalar pequeñas bibliotecas de La Hoja en las escuelas.

Ceci, la compañera de Gonzalo, lleva libros con un grupo de mujeres a las escuelas rurales para incentivar la lectura y la conciencia: reciclaje, yoga, meditación, música, lectura "pero para enamorarse de la lectura"... Los jueves y sábados, también llevan más de 1500 libros a las ferias de campesinos que se hacen en Villa de Leyva.



"No se sabe quién es más bobo: si el que presta un libro, o el que lo devuelve." Lógicas que aparecen confrontando la propuesta de La Hoja. A lo cual Gonzalo tiene una respuesta tan simple como pertinente: "Si el pícaro supiera lo sabroso que vive el bobo, el honesto... por pícaro, sería honesto." "Lo importante es la riqueza, no la plata."

Pero no todas las anécdotas son de confrontación con el proyecto, diríamos que en realidad son las menos... y que lo que abunda en este historial es un contagio de gratitud e intercambios de toda clase, e incluso, un semillero de historias sorprendentes que parecieran provenir del siglo pasado o a veces, provienen del otro lado del charco. Tal es el caso de una francesa, a quien Gonzalo encontró llorando una tarde, movilizada, emocionada, porque en su país leían mucho, y esto la retrotraía a su tierra, pero no existía -y temía que nunca lo hiciera- un espacio donde la lectura fuese posible de manera tan despojada y sin trabas. O la historia del pequeño colorado pecoso de ocho años, que se acercó a la Biblioteca con un libro para dejar, pero no lo encontraban en el registro. "Disculpa, ¿tú vienes a devolver este libro?", pregunta Gonzalo extrañado. Y él le contesta que no. El dato de color: el niño había caminado dos horas para ir a donar su cuento preferido. "Y cosas así hay todos los días."



Lejos de llevar un recuento de saldos, entradas, salidas, ganancias y devoluciones, La Hoja lleva un registro de qué libros ha leído cada persona que ingresa. ¿El sentido? Gonzalo nos invita a pensar qué es más constructivo: si saber dentro de cien años que mi abuelo robó un libro, algo nimio, absurdo, en una tradición familiar... o si enterarse, de pronto, que mi abuelo leyó cuando tenía ocho años más de veinte libros -como es el caso de una niña cuyo historial Gonzalo me mostraba sorprendido, por la cantidad de libros que la niña había leído en menos de un año.

Emocionado, Gonzalo, dice que esto es parte de una "revolución silenciosa" que se va multiplicando. Ceci también nos da la valiosa imagen de una "ola" de bibliotecas.

La Hoja también es un espacio donde se realizan tertulias literarias semanales, clases de interés cultural gratuitas, e incluso donde se realizan intercambios culturales y sociales. Ceci nos dice que se ha vuelto como un centro de canalización de intereses e inquietudes sociales. Ellxs también han enviado libros a algunas cárceles, y de pronto, recibido las gracias de la mano de un ex presidiario que se acercó expresamente al espacio para manifestarles la magnitud de la importancia de tal gesto.

Y para confrontar con el encierro -porque ningún espacio debe estar excento de la oportunidad de respirar esta fiesta del compartir y co-crear cultura-, también son gestores y partícipes de un movimiento que se llama "Al aire libro". Se juntan en los parques a recitar, leer, hacer música con las orquestas locales. Hace un tiempo -en el marco de este proyecto- hicieron una fiesta de tres días, que finalmente terminó siendo de una semana, que se prolongó no sólo a los espacios verdes, sino en la misma biblioteca, escuelas... han dictado talleres además de realizado actividades varias, invitando a varixs poetas de todo Colombia (esta vez la mayoría de las invitadas fueron mujeres). Y cuentan que incluso han logrado que varias personas que se mostraban inicialmente reacias a la poesía, terminaran escribiendo.





Los alcances impensados de la reverberación de nuestras propuestas no conocen límites, tal vez por eso nuestro compromiso político sea todo el tiempo, como dice la sabiduría tolteca "hacer siempre lo máximo que podemos" en relación a nuestras convicciones. Un día, cuenta Cecilia, les preguntaron por la casilla que estaba de camino a una escuela, todo lo que decía era: Libros al paso. Parece que alguien la llenó de libros para que circule sola. Todxs pensaron que era iniciativa de La Hoja. Pero no: allí está y así se mueve sola, sin dueño, con un silencioso y mágico aporte probablemente hijo del contagio o de una resonancia ideológica común. E historias como ésta, abundan en el relato de Ceci y Gonzalo.

"Y así, entonces, es fácil hacer cultura, dejar huella y hacer tejido de esta red de disciplinas culturales", agrega, fresco y gozoso, Gonzalo.



* Gonzalo Bernal es, además de co-fundador con Cecilia de La Hoja, autor del libro del "Nimierdismo", que sin quererlo se volvió un elemento impulsor del ahora conocido en Colombia como el "Movimiento Nimierdista".